domingo, 26 de mayo de 2013

Tú en Pisa y yo en Milán, los besos no se pueden dejar para el final.


   En ocasiones, uno siente como si el tiempo no mantuviese el orden cronológico al que nos tiene acostumbrados. Es entonces, cuando tomamos conciencia de la existencia de una extraña línea que separa lo que, por costumbre o estadística debería pasar, de las pretensiones de la ilusión. Un deja vú , un viaje a otro momento en los que las leyes de la física parecen no cumplirse y que constatan que el matrimonio de tiempo y espacio, también tiene sus desavenencias. 


  Quizá fuese el cansancio de largo viaje, o la luz dorada del atardecer en La Toscana, pero los colores y las formas que titilaban en las pupilas azules de Ken, se desdibujaban como si de una acuarela se tratase. Allí se encontraba, atravesando la puerta principal de la centenaria Mura que rodea la ciudad medieval italiana de Lucca, embelesado ante una plaza llena de bicicletas que, sorpendentemente, le resultaba muy familiar. 

   Es Lucca una de esas ciudades con encanto, sin duda. El antiguo asentamiento romano, era abrazado desde hacía quinientos años por una muralla que, poco a poco, había ganado identidad hasta conventirse en el habitante más emblemático de la ciudad. Ella había sido desde tiempo inmemorial, la guardiana de los campanarios y torres de las más de cien iglesias románicas y renacentistas diseminadas por la población, pero también de los secretos que, a hurtadillas, discurrían por un ramal de serpenteantes calles pétreas hasta los oídos más insospechados. Ella era la confidente de la ciudad, y así se lo hacía saber al visitante.



  Ken cerró los ojos y, al entreabrirlos, su visión le recordó las sensaciones que había tenido una noche de verano junto a Barbie. Había sido una de esas citas en las que todo era perfecto: la suave brisa que refrescaba sin llegar a molestar, el cielo estrellado, la algarabía de la gente en la plaza, la música de Ennio Morricone... -¡Cinema Paradiso!- recordó-, aquella plaza le evocaba la escena mágica en la que las imágenes del cine volaban hasta los muros de la plaza, para deleite del público que allí se congregaba. Aquel viaje de imágenes en movimiento, que conmovían y asombraban a unos y otros, le había parecido el acto comunicativo más bello que jamás había observado. 
-Desde que llegue al hotel y pueda conectarme al WIFI le mandaré el enlace de la escena a Barbie, -pensó,- seguro que ella también lo recuerda...




  Para un chico como él, estar pendiente de su novia las veinticuatro horas del día, no resultaba ningún esfuerzo. Era para lo había nacido, prácticamente no sabía hacer otra cosa. Había sido el novio perfecto toda la vida, -un accesorio muchas veces-, sin haber reparado casi en el asunto. Pero ahora algo había cambiado, los dos habían cambiado. Desde que Barbie viajaba por España, habían tenido que aprender a sobrellevar largas temporadas separados, muchas noches de soledad y lo peor,  pensamientos llenos de incertidumbre que, a veces, le impedían dormir.

 -¡Hola amor!-, llegaba un mensaje de Barbie al Wassap de su novio, ya bien entrada la noche-. ¿Duermes?, ¡Me ha encantado el vídeo!-. 

-¡Barbie!- respondía enseguida él- ¿Dónde estás mi vida?, ¿sigues en Asturias?. Desde que llegué a Italia, tuve una sensación extraña, pero, fue al llegar a la plaza cuando caí. ¿Te acuerdas en el cine de verano?, fue una cita perfecta...-. 
Estaba claro que él tenía el defecto de escribir mensajes demasiado largos, como si de una venta agresiva se tratase. Y las ventas agresivas siempre se caen. Aquella noche, no hubo respuesta.

   Para su sorpresa, Italia le estaba resultando más reconfortante de lo que había planeado. Enseguida se acostumbró a la comida local-la pizza y la focaccia de media mañana le encantaba- y a perderse entre las calles de Pisa y Florencia como un turista más. Se sentía relajado y feliz, a pesar de que su Iphone, no tenía cobertura alguna y tenía que esperar hasta llegar al hotel, después de la cena, para conectarse de nuevo y revisar sus mensajes. Incluso, se había olvidado de que Barbie no le había respondido la noche anterior, ni tampoco al día siguiente..., de hecho se había dado cuenta de que no le importaba demasiado. Disfrutaba posando delante de los monumentos y, por primera vez, quiso tener su propio álbum de fotos. Él,  era el protagonista de una historia en la que, estaba aprendiendo que, en ocasiones, el ser más querido podía convertirse en un desconocido y que, por el contrario, un desconocido, podía volverse en alguien inseparable.


    


   Aquellos dos últimos días habían resultado especialmente intensos, ¡incluso  para un muñeco articulado! El Duomo de Florencia le había fascinado, pero sobre todo, disfrutó de un agradable y carísimo café con vistas al Palazzo Vecchio florentino, del regateo en los puestos que rodean al mercado, de un helado de vainilla italiano ante los escaparates de moda más sorprendentes, y de una improvisada sesión de fotos en el Ponte Vecchio sobre el río Arno. 

    Hacía muchos años, cuando sus cuerpos apenas tenían articulaciones, Pisa había sido su primera escapada romántica juntos a Europa. Él lo recordó enseguida. Todo había cambiado y, a la vez no. Por aquel entonces, el pavimento era de grava y no de mármol como ahora y se sorprendió de que La Torre, aún estuviese inclinada. Sin pensarlo, se vio allí de nuevo con Barbie, muchos años atrás con todo por hacer. Pero ella no estaba allí, de hecho, no tenía ni idea de dónde estaba. Estaba deseando llegar al  hotel y hablar con ella, seguro que ella había tenido alguna buena razón para no responderle a sus mensajes. Estaba dispuesto a tragarse su orgullo, dar el primer paso y contarle a  todo lo que sentía.


"Estaba aprendiendo que, en ocasiones, el ser más querido

 podía convertirse en un desconocido y que, por el contrario,

 un desconocido, podía volverse en alguien inseparable"

-¿Dónde estás cariño?,- Le escribía apresuradamente  él, nada más llegar a la recepción del hotel, sin apenas soltar su mochila. - Esta vez, ella no tardó en contestar. -¡Estoy en Milán!- escribió.

Ken estaba sorprendido, la hacía en Asturias con Nacho Fernández Díez... -¿Qué haces ahí?- le preguntó algo nervioso.-
-He venido a la Convención de Milán con mi amiga Gloría Díez. Ha sido todo rapidísimo, perdona por no haberte podido contestar  antes.
-¡Eso es muy bueno Barbie, a ti te encantan esos eventos!- le respondió él.- ¿Cuánto tiempo vas a estar?- disimulaba él queriendo, de alguna manera, forzar un encuentro. 
- Solo serán unos días..., de hecho yo ya estaba en Extremadura en casa de Leticia Antúnez González, cuando Gloria me llamó y tuve que hacer las maletas a toda prisa. ¿Qué estás haciendo por ahí Ken?.- preguntaba ella.

-Anoche vi una pareja besarse a escondidas- respondió sin venir a cuento el  muñeco.- Ella tardó unos minutos en volver a escribir- ¿Por qué me dices eso?, se sorprendió la viajera-.
-Hace mucho que no sé de ti, no te veo desde navidad.- le increpaba él. 
-¡Ya sabes que mi vida es así Ken!-continuaba ella.- Pero me puedes ver en el blog, y puedes seguir todas mis aventuras-. Fue entonces, cuando algo se movió dentro de Ken, como para pensarse bien lo que le respondía.
 -¿Sabes qué pasa Barbie?, yo no soy tu fan. Me creía más especial.- sentenció duramente.
- Y lo eres- apresuraba ella- ya verás que pronto coincidiremos en Canarias y nos volveremos a besar.- 
Sin embargo, esta respuesta no convenció al rubito. -Barbie, ¿te acuerdas de Cinema Paradiso?- Sí, contestó escuetamente ella- Pues, cariño- finalizó él la conversación- los besos no se pueden dejar para el final. 






6 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias por la invitación a leer, me encanta. Volveré

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    2. Muchas gracias por visitarnos Anna!!! Hazlo más a menudo, estamos encantados de tenerte por aquí!

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  2. Es una gran verdad: "los besos no se pueden dejar para el final".

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    1. Cuando un beso es el final, todo resulta tragicómico.

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